sábado, 10 de marzo de 2018

Motivación en la clase de Historia.

Joaquín García Andrés (2011, Mecanismos motivadores en la enseñanza de la Historia, Clío 37), confirma en su doctorado y la docencia cotidiana que la motivación en la enseñanza de la Historia es triple. Primero por la relevancia del tema para el alumno, para conformar sus valores y orientarlo en su presente. Luego en el interés que pueda lograrse con los recursos y materiales didácticos. Y finalmente con la actividad de aprendizaje, tanto cognitiva como práctica. La relevancia no es suficiente con la exposición, la lectura o la discusión grupal sino requiere la empatía del alumno con el tema. Esta actitud se logra mediante la reacción a situaciones o materiales históricos que conmuevan sus valores, sentimientos o gustos. Esta reacción puede ser de aceptación o rechazo por lo que requiere la novedad del estímulo. Con lo que aperturamos cada clase. Puede ser un relato, una imagen, un objeto, música, comida, perfumes que puedan relacionarse con el tema histórico. Respecto a la actividad cognitiva deberá superar al memorismo y al sentido común. Comprender el cambio es el “aprendizaje esperado” en el desarrollo de la clase. Implica presentar el proceso de crisis, desenlace y consecuencias, que pueden ser el cambio o la continuidad. Se trata de que el alumno “descubra”, por lo que se parte de un “problema” de contingencia histórica. Se trata de presentar los posibles desenlaces y explicar al único que aconteció, para luego analizar el cambio o la “continuidad”. Este conocimiento obtenido en la clase servirá para los proyectos colaborativos que luego presentarán los equipos (museo escolar, periodismo y dramatizaciones). En el cierre evaluamos el aprendizaje mediante una rúbrica con tres niveles: suficiente o esperado, insuficiente o en proceso y deficiente o nulo. Dependiendo del grupo se graduará el “aprendizaje esperado” de básico, intermedio y avanzado. Luego se definirá la meta, los alumnos ordenados y pasivos que pueden lograr el aprendizaje mediante la secuencia. Asimismo, la estrategia de “control” de acuerdo con el liderazgo (mapa de aula) y número de ordenados, pasivos, activos y desordenados (lista de alumnos). Con esta base se diseñará la secuencia y los materiales de enseñanza y aprendizaje. Primero la apertura empática, luego el desarrollo a partir de una pregunta, el esquema informativo y el cierre con la redacción de la respuesta y su discusión grupal. Utilizamos tres tipos de esquemas: sincrónicos (radial o sol, árbol y 5w), diacrónicos (proceso y acontecimiento) y analíticos (espina, uve, dilema, evidencia-inferencia y “prejuicio” (Dalongeville). Con los sincrónicos el alumno adquiere conocimientos previos. Con los diacrónicos descubre el “cambio”. Y con los analíticos comprueba sus conocimientos. El alumno va anotando en su esquema las palabras claves que el profesor seleccionó para la exposición, lectura o vídeo. Este apunte servirá para redactar la respuesta, el aprendizaje “esperado”. La evaluación de las respuestas parte de lo escrito, pero considerara la participación oral y el tiempo de redacción. Se calificará con la rúbrica y se anotarán los comentarios del profesor en el cuaderno del alumno. Los resultados individuales se registran en una lista para observar el desarrollo del alumno por secuencia. Si se logra la meta esperada la planificación y la enseñanza fueron adecuadas, si no deberán hacerse las correcciones necesarias. Generalmente no sabemos si nuestra secuencia fue la adecuada ni cómo puede mejorarse. En consecuencia, se empeora la clase al acostumbrarse a las deficiencias. Alumnos y profesores se “queman” a pesar de las soluciones superficiales, pierden la “motivación”.

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